28 de marzo de 2011

La Gran Mentira S.A.

Es una gran empresa a nivel nacional e internacional con ramificaciones en todas las ciudades y pueblos, con un poder que se nos escapa a la mayoría de los mortales, y con la plantilla más amplia y diversa que uno se pueda imaginar, donde caben todo tipo de empresarios, abogados, notarios, profesionales de todo tipo y pelambre, y, cómo no,  políticos.

Esta gran organización es el paradigma de lo que cualquier empresa querría ser en lo que se refiere a flexibilidad y adaptación a los cambios, pervive a lo largo del tiempo con la misma juventud de Dorian Gray, e igual que un parásito trabaja siempre en la sombra, escondida tras otra empresa u organismo. Hoy está y mañana no, hoy está aquí y mañana allí, no la podemos encontrar en ningún sitio porque no tiene oficinas, ni hace publicidad, ni tan siquiera tiene comerciales; no le hacen falta, los clientes van hacia ella sin saberlo, y la mayoría no sabrán jamás que lo han sido.

Hace unas semanas estuve a punto de ser su cliente, y tuve la oportunidad de conocer a algunos de sus componentes, orgullosos ellos de enarbolar la bandera de la profesionalidad (que pena, que denostada y maltratada está esta palabra) y maltapando con esa bandera un tufo a podredumbre que, en cuanto lo hueles, te hace salir corriendo para alejarte lo más posible de ellos.

Hace unas semanas he tenido que decir no a una relación empresarial que en principio parecía la ideal; lo tenía todo, y después ha resultado que no tenía nada; una gran farsa de esas que sólo tienen fachada y que cuando rascas un poco se quedan en los huesos, una gran farsa que me ha tenido engañado algo más de dos meses, y que lo único que quería era amarrar mi marca para eliminar competencia y potenciar su proyecto de cara a conseguir subvenciones, una gran farsa que sigue engañando a gente, una gran farsa que cuenta con el beneplácito de personas que deberían haberla frenado hace tiempo.

Afortunadamente, esta experiencia me ha hecho conocer a gente muy interesante. Pero eso es otra historia…

Para acabar os dejo un vídeo de Julio Sosa cantando el tango Cambalache, escrito por Enrique Santos Discépolo en 1935. ¡Qué poco ha cambiado el mundo en 75 años!


Nos vemos. Salud y Bayyana!!