4 de febrero de 2011

Estoy muy liado

¡Cuántas veces habré oído, y dicho, esta frase a lo largo de mi vida! Siempre muy ocupado con montones de llamadas, papeles que se acumulaban en la mesa, exigencias de los jefes, etc., etc. Me llamaban para tomar un café y nunca podía, para nadie, ni siquiera para los amigos. Ahora me doy cuenta, y pienso en la gente que dejé por el camino. No sé, tal vez pueda recuperar a alguien…

Resulta que en esta época de mi vida, tan bulliciosa en mi cabeza y tan tranquila en la soledad de mi estudio en casa, además de dedicarle una media de 18 horas diarias a mi Proyecto, pienso en las cosas que he hecho y que hago, en las que quiero y no quiero hacer; y una de estas últimas es no tener tiempo para los amigos. Sé que en unas semanas, salvo el tiempo imprescindible para dormir, estaré dedicado en cuerpo y alma, por fin, a mi empresa; pero prometo, aquí y ahora, que siempre tendré tiempo para un café cuando me llame un amigo; prometo que no volveré a caer en la trampa de “estar muy liado” cuando me llame un amigo para hablarme de algo; prometo que cuidaré a mis amigos, a los pocos que me quedan, como al más valioso de los tesoros.

Me he acordado de esto hoy, haciendo resumen de la semana, porque he querido quedar con dos personas muy cercanas, de confianza, y me ha sido imposible; les he enviado un correo electrónico pidiéndoles algo que no tardan más de 5 o 10 minutos en hacer, y no lo han hecho. ¡Están muy liados! Es terrible, y no es la primera vez que me pasa; quiero pensar que algo justifica su actuación, pero claro, yo no sé lo que es. A lo mejor si pudiéramos tomar un café y hablar…

Con cariño para estos dos amigos.

Buen fin de semana, nos vemos. Salud y Bayyana!!!

1 de febrero de 2011

El Cliente Maltratado

Los comentarios a la última entrada del blog, El Mal del Funcionario, me han hecho continuar con una variante sobre ese tema. Como este blog está dedicado a mis pensamientos y vicisitudes en el montaje de mi empresa, cuando hago referencia a mis libros favoritos me refiero a los que su temática está relacionada con aspectos empresariales; y uno de mis libros favoritos, que además, cosa rara en este tipo de libros, es muy divertido de leer, es El Cliente Maltratado.

El Cliente Maltratado es un libro de Juan José Peso-Viñals, editado por Alienta, que nos habla de los “agravios, peripecias y vicisitudes de un pobre y sufrido cliente”; ahí es nada. Me lo encontré un día, sin querer, dando vueltas por una gran librería (siempre que puedo me gusta perderme en una librería y ver qué encuentro), y sus ciento cuarenta y ocho páginas se leen en un suspiro, porque nos vamos viendo reflejados en cada una de ellas. Como avance os doy parte del epílogo:

“Custodio Mercader consiguió tener ADSL en su casa a los dos meses de haberla solicitado.
Los muebles de su salón llegaron el día 12 de enero.
Harto de protestar por los desperfectos de su piso sin que le hicieran caso, a los siete meses de espera, recurrió a la amiga de su cuñada, secretaria del consejero delegado de Valle Bonito, a quién envió un fax con las cosas pendientes de arreglar. El consejero delegado se lo pasó al director general con una nota escrita a mano que decía: “Ocúpate de esto”. Dos días después, Gustavo Derecho se puso en contacto con Custodio Mercader para retomar las cuestiones pendientes. Las manchas siguen en la cocina. Aún están esperando que, entre cambios de responsables y otras diversas excusas de la compañía, le pongan la máquina del aire acondicionado adecuada en el piso de arriba y se solucionen las humedades del trastero”.

¡No me digáis que esto no es la pura realidad! Pues leedlo, porque os aseguro que os hará recapacitar en la parte que os toque.

Y todo esto me ha hecho recordar que la semana pasada estuve en una empresa de esas que te cautivan enseguida por su servicio: tenían una recepción y una recepcionista muy agradables, cuando me presenté y dije con quién estaba citado ya lo sabía y me advirtió que tardarían en atenderme cinco minutos, me ofreció un café que hizo al momento en su Nespresso, ¡y no me hicieron esperar más de los cinco minutos que me dijeron! Después el trato siguió igual de exquisito, ya por parte del propietario de la empresa, y para colmo cuando llegué a mi oficina ya me habían enviado por correo electrónico los documentos que necesitaba. ¡Genial!

¿Os habéis fijado? Nos parece genial que nos traten bien; estamos tan acostumbrados a que nos traten mal, que cuando nos tratan bien lo comentamos en todas partes. Y aquí es donde podemos enlazar con la entrada del pasado viernes, porque ya no nos tratan mal solamente en un organismo oficial (hasta ahora ellos tenían la patente), sino que lo hacen en una zapatería (tengo un recuerdo imborrable del trato que me dieron en una del Paseo de Almería), en un centro comercial, en una compañía de seguros o en un estanco. Me devano los sesos pensando por qué estos personajes actúan así, y sólo puedo llegar a una conclusión: Como resulta que van a trabajar a un sitio que no les gusta y porque no les queda más remedio, el cliente es un incordio, siempre quiere cosas raras y además siempre es impertinente; así que lo tratan a patadas. ¡Pues vale! Vamos, que el cliente acaba convirtiéndose en un coñazo que hay que sufrir todos los días. Eso sí, luego leemos los “valores” de la empresa en su página web y ya os aseguro que no falta lo de “estamos enfocados al cliente”.

El resultado de todo esto es que cuando de verdad hablamos de una empresa es cuando nos dan un buen servicio. Antes era al revés, ¿o estoy equivocado?

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!


Nota aclaratoria: No conozco de nada a Juan José Peso-Viñals ni tengo ningún interés especial en su libro, salvo dar a conocer una publicación que creo muy interesante. Vamos, que no me dan comisión.