28 de enero de 2011

El mal del funcionario

Todavía recuerdo el abrazo de satisfacción que me dio mi por entonces suegro, cuando aquel enero de 1990 le comuniqué que había fichado por La Caixa; era como si con aquel abrazo me estuviera diciendo: ¡de aquí a la jubilación todo está hecho, chaval! Para él, en ese momento, me había convertido en una persona con la “vida resuelta”, porque entrar a trabajar en esa empresa era sinónimo de buen sueldo y puesto de trabajo seguro; me había convertido en el yerno ideal, que aseguraba la estabilidad económica a su hija. ¡Poco se imaginaba los disgustos que le iba a dar al año siguiente!

Han pasado veintiún años y todavía una gran mayoría de las personas de este país piensan en “colocarse”, y no precisamente con un canuto. La principal aspiración laboral de estas personas es conseguir un sueldo fijo y estable, entrar en la plantilla de una de esas grandes empresas que son algo así como un ministerio, y los más concienciados prepararse unas oposiciones para estar aún más seguros. Esta gente sufrirá lo que yo llamo “el mal del funcionario”.

El mal del funcionario no es buscar un sueldo fijo, es lo que indefectiblemente viene a continuación, es esa laxitud que llega algún tiempo después de haber logrado el objetivo de “colocarse”, y que convierte a esas personas en una especie de zombis pasotas, convencidos de que hagan lo que hagan nunca pasa nada que les pueda perjudicar, que las consecuencias de sus acciones, de sus malas o erróneas acciones, nunca llegan a oídos de sus superiores porque la estructura de la empresa es demasiado grande o porque sus superiores simplemente pasan. El mal del funcionario es un virus que lleva años extendiéndose y que en estos tiempos de crisis, lejos de desaparecer por la incertidumbre laboral, se aferra como una garrapata a muchas personas.

El año pasado estuvimos asustados con la famosa gripe A, y nunca nos hemos preocupado de una pandemia peor: el mal del funcionario. Sin hacer ruido se ha colado en nuestras vidas hasta el punto de que nos tiene hipotecados, porque todos lo sufrimos aunque no estemos infectados por él. Nunca podré entender por qué un juicio tarda en celebrarse años, ni por qué hay que esperar más de un año para recoger un título de bachillerato, ni por qué una operadora de telefonía necesita cuatro días para comprobar que he realizado un pago o un mes para darme de baja la ADSL que di de alta en unos minutos. Como decía un amigo hay funcionarios de verdad y funcionarios funcionales, y la empresa privada se está dejando invadir por estos últimos; incompresible, pero cierto.

Dejando al margen que nunca podré entender a este tipo de gente, de pobre gente, me da pena ver cómo son mayoría, porque a mi modo de ver, esto dice muy poco de un sistema, de un país. Hace meses leí una entrevista a un directivo español del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y en ella este señor comentaba que la diferencia entre un estudiante español y un estadounidense era que el español después de la carrera prefería prepararse unas oposiciones, y el estadounidense ya tenía una idea para crear su propia empresa. Gran diferencia.

No pretendo hacer desde estas líneas apología del emprendimiento, tan lícito es tomar ese camino como no tomarlo, pero me preocupa que haya tanta gente que lo único que busca es un sueldo; no sé, creo que todos podemos buscar algo más.

Buen fin de semana, nos vemos. Salud y Bayyana!!! 

24 de enero de 2011

Mercado maduro no, mercado cansado

En marketing se le llama maduro a un mercado donde los crecimientos potenciales de nuevos clientes son muy pequeños, donde la movilidad de un cliente de un proveedor a otro es relativamente pequeña. Llevando esta definición al mercado que nos ocupa, el de la cerveza, parece difícil que quien no la bebe comience a hacerlo de forma espontánea, y parece difícil también que quien beba habitualmente una marca la cambie porque sí.

De la misma manera que ya os conté que una pregunta que siempre se me hacía era ¿por qué una fábrica de cerveza?, otra que también me hacen mucho es ¿por qué te vas a meter en un mercado tan maduro? Aquí también tengo una respuesta preparada para disparar: no hay mercados maduros, hay mercados cansados, y éste es un mercado cansado.

Para empezar tenemos que conocer un dato: casi el 93% de la producción nacional está en manos de tres grupos (Mahou-San Miguel 37’55%, Heineken 30’62% y Damm 24’76%), y el crecimiento de sus cuotas de mercado en los últimos años ha venido de la compra de marcas más pequeñas o de fusiones. Vamos, que se han convertido en gigantescos monstruos carentes de imaginación, obsesionados por dominar el mercado a golpe de talonario, con grandes departamentos de marketing, que pagan auténticas fortunas a otras empresas para que les hagan unas campañas publicitarias que a la mayoría de los consumidores les pasan desapercibidas, o a lo sumo les caen simpáticas. ¿Qué por qué digo que es un mercado cansado?, pues porque los consumidores estamos esperando que alguien haga algo nuevo, diferente, porque estamos cansados de siempre lo mismo; ¡hasta la publicidad es parecida entre las marcas!

Y en este contexto vamos a irrumpir nosotros, una marca desconocida que quiere hacerse con una cuota de ese mercado. ¡Qué atrevidos! Y vamos a luchar con nuestras armas:

  • Somos una cerveza de aquí; una marca almeriense, creada por almerienses para los almerienses (y simpatizantes de nuestra tierra, que hay muchos), estén donde estén.
  • Nuestra cerveza será como quieran la mayoría de los almerienses que sea. Nosotros no vamos a inventar nada, los que la van a beber deciden cómo tiene que ser.
  • Vamos a tener nuestra empresa abierta a todo aquél que quiera dar su opinión, y vamos a trabajar continuamente con grupos de personas que quieran colaborar con nosotros en el diseño y puesta en marcha de nuestros productos.

Por lo que se refiere a nuestra campaña de marketing, bueno, eso ya lo veréis, pero os aseguro que no va a ser nada tradicional.

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!

21 de enero de 2011

Saber lo que no hay que hacer

A cierta edad (léase la mía) cumplir años jode, no nos vamos a engañar. A partir de esta “cierta edad” los cumpleaños parece que no vienen solos, suelen traer algún que otro dolorcillo o achaque; ya se sabe, somos máquinas y sufrimos el lógico desgaste. O eso dicen.

Pero hay algo que también traen los años, ¿estáis pensando en la experiencia? No, no es eso de lo que quiero hablar, no soy tan presuntuoso. Hay algo que traen los años y que para mí es más importante que la tan sobrevalorada experiencia (que por cierto, hay gente que no la pillará ni así cumpla 200 años), los años también traen el conocimiento de lo que no hay que hacer. Sí, a poco observador que seas vas viendo actitudes y comportamientos que no te gustan nada, cosas que tú no harías. Claro que para eso hay que ser observador, un poco “esponja”, y fijarse en todo lo que te rodea.

Pues si ese conocimiento de lo que no hay que hacer lo trasladamos al ámbito profesional nos pasa lo mismo; los que ya hemos pasado por varias empresas, hemos vivido de cerca algunas más, y hemos sido clientes de muchas más, tenemos que haber visto actitudes, posturas y actuaciones que sabemos que nosotros no haríamos, que van contra nuestros principios o, al menos, contra nuestra forma de ver la empresa. 

Yo, por mi parte, sé muy bien que no tengo que:

  • Pensar que mi idea o pensamiento es el único y verdadero, porque hay más formas de ver una misma cosa, y siempre es posible hacer algo de otra manera.
  • Tomar decisiones importantes sin consultarlas con mi equipo, porque una decisión consensuada tiene más posibilidades de ser la correcta.
  • Rodearme de gente que piensa igual que yo, porque de esa forma nunca habrá debate y tendremos más dificultades para aportar nuevas ideas.
  • Desconfiar por norma de todo el mundo, porque aunque de vez en cuando me llevo alguna hostia, en la mayoría de los casos me funciona confiar, sin que confiar signifique ser un “pardillo”.
  • Reprender a nadie en público, porque es una fórmula vejatoria y de mal gusto, y sólo consigue resultados negativos.
  • No felicitar a la gente cuando hace alguna buena gestión, pensando en que eso entra dentro de su sueldo. Si algunos supieran lo importante que es una palmada en la espalda acompañada de un “buen trabajo”…
  • Racanear medios y formación para el personal con la excusa de que hay que bajar costes, cuando es ahí donde siempre hay que invertir, porque la mejor maquinaria de una empresa es su personal.
  • Dejarme impresionar por los títulos y el currículum, porque una persona es algo más que eso, es actitud, creatividad e iniciativa.
  • Y unas cuantas más de las que hablaremos otro día…

Y a ti, ¿qué te parece que es más importante, saber lo que tienes que hacer, o lo que no tienes que hacer?

Buen fin de semana, nos vemos. Salud y Bayyana!!!

18 de enero de 2011

¿La cultura del terror o la cultura del error?

Hace casi un mes leí el artículo http://www.expansion.com/blogs/jerico/2010/12/20/como-se-trasmite-el-miedo-en-la-empresa.html y me dejó fascinado el experimento que explica. Lo cierto es que, haya existido o no ese experimento, en la empresa el miedo se transmite de unos a otros a una velocidad que ya la querrían para otras cosas.

Los presidentes, directores, jefes, subjefes y demás fauna directiva, todavía están convencidos de que tener acojonada a la gente funciona, que así trabajan más y mejor. Pero, en realidad, ¿qué se consigue con eso? Pues yo diría que lo que se consigue es que la gente esté pegada a su asiento todas las horas y alguna más, lo que no quiere decir que trabajen más y mejor, porque están a disgusto; se consigue que nadie tome ninguna iniciativa, porque si se equivocan les puede caer una buena bronca o algo peor; y también se consigue que se genere un mal ambiente laboral entre compañeros que no se fían unos de otros, con el consiguiente entorpecimiento en el trabajo diario.

Aunque exista el caso de que en alguna empresa nadie sepa de dónde viene este miedo, lo cierto es que en la mayoría viene impuesto diariamente por una dirección carente de valores (aunque en su página web declaren que son primos hermanos de la Madre Teresa) que contrata a directivos a los que les va la marcha, y a los que les exigen que se pasen el día dando rapapolvos. Esta gentecilla, dirección y resto de directivos, son una pobre gente que alardean de grandes currículums (lo cierto es que van pasando de una empresa a otra sin problemas), que tienen una titulitis que no les deja ver más allá de sus narices, y que en la mayoría de las ocasiones no saben del trabajo ni una tercera parte de lo que dicen que saben; pero eso sí, son como terminator: les dan una orden y la ejecutan hasta sus últimas consecuencias, da igual si tiene sentido o no.

En Cerveza Bayyana partimos de una base bien distinta y hemos diseñado un plan de recursos humanos que es el resultado de mucho trabajo de investigación, de averiguar qué y cómo se hace en empresas de distintos sectores y de distintos los países, y también, por supuesto, de nuestra propia experiencia laboral. En nuestra Empresa no se va a convivir con el miedo y el terror, porque esa política es de gente frustrada y empobrecida mentalmente; en nuestra Empresa se va a convivir con gente heterogénea que dé su opinión sin miedo y exponga sus argumentos con libertad; en nuestra Empresa se va a convivir con el error, sí con el error, porque preferimos gente que tenga iniciativa y tome decisiones, y sólo se equivoca el que toma decisiones; en nuestra Empresa vamos a convivir en un espacio amplio donde nos podamos ver y hablar todos, sin necesidad de enviarnos correos electrónicos; en nuestra Empresa no va a haber despachos, porque nadie necesita sentirse importante por su cargo, todos somos importantes porque todos aportamos trabajo, opiniones e ideas; en nuestra Empresa… bueno, no os lo voy a contar todo hoy, pero hay más.

En resumen, en nuestra Empresa creeremos en las personas, y les daremos confianza y oportunidades para que puedan desarrollar sus conocimientos y su creatividad, porque las personas son responsables cuando se confía en ellas y la confianza es dar oportunidades, fomentar iniciativas y aprender a convivir con el error, porque no viendo el error como una equivocación, sino como una posible consecuencia de la iniciativa, podemos conseguir un equipo sin miedo a innovar.

¡Ah! Y no me vengáis ahora con que cuidado con confiar en la gente y esas cosas, no seáis como vuestros jefes…

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!

17 de enero de 2011

La Gente que me Gusta

Esta tarde he estado con Manolo, y como siempre que quedo con él, vuelvo con la agradable sensación de haber puesto ideas en orden.

Manolo y yo fuimos compañeros de trabajo hace ya varios años, y curiosamente nuestra relación ha crecido desde que no trabajamos juntos. Manolo es una de esas pocas personas que se implican con algo que les gusta, sin buscar compensaciones, como otros dirían “por amor al arte”; todavía recuerdo cómo le brillaban los ojos cuando le conté lo que quería hacer, y cómo enseguida empezó a dar ideas. Pero para mí Manolo, con el paso del tiempo, se ha convertido en esa persona con la que tengo que hablar los temas que creo importantes, necesito su opinión, porque aunque no coincida con la mía, me da otra visión sin complejos ni intereses. Podría decir que Manolo, sin él quererlo, se ha convertido en una especie de consejero.

Pues bien, esta tarde hemos hablado de varios temas, pero fundamentalmente de una posibilidad nueva que se ha abierto en los últimos días, y que de seguir adelante, puede llevarnos a poner en marcha, por fin, nuestra empresa. Hemos hablado de las variantes que habrá que realizar, de cómo mantener a salvo nuestro concepto de negocio, de cómo enfocar las siguientes entrevistas, y sobre todo, de qué hay que defender a toda costa para no desvirtuar nuestro Proyecto.

Pero con lo que al final me quedo después de haber pasado un rato de charla con Manolo, es con esa agradable sensación de haber puesto en orden las ideas. Y cuando volvía a casa, me he acordado de un poema sobre el que circulan varias versiones por la red, y que algunos se lo atribuyen a Mario Benedetti; sea o no de este gran poeta, me quedo con esta versión que me guardé hace ya bastante tiempo:

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.
Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.
Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierde de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.
Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.
Me gusta la gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, a éstos les llamo mis amigos.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Con gente como ésa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!

14 de enero de 2011

¿El Llanero Solitario ya no cabalga solo?

Nuestra cultura empresarial parece que está reñida con el hecho de asociarse, ¿o no hemos oído todos la famosa frase “las medias para las mujeres”? Al margen de que la frase es pelín machista, creo que se ha quedado desfasada en el tiempo. Para mí el tema va justo de todo lo contrario, pienso que la única forma de montar un negocio próspero es precisamente la de asociarse, y hay una gran razón para ello que supera la puramente económica: el enriquecimiento que tiene una empresa con varios puntos de vista, porque lejos de pensar que eso es un inconveniente, podemos convertirlo en una ventaja si sabemos manejar la situación. ¡Cuidado!, no me vale ahora con que pensemos en las malas experiencias personales o de conocidos, porque yo de esas también he tenido, pero eso lo único que me dice es que no supe elegir bien los socios, no que asociarse sea malo. Habitualmente se habla mucho de las sociedades que fracasan, pero muy poco de las que funcionan, o sea, la mayoría de las empresas de este país.

Puede que algunos de vosotros, los que peinéis canas, recordéis a El Llanero Solitario (para los que no lo conozcan vale decirles que era un héroe que cabalgaba solo por el oeste americano defendiendo a los indefensos y los desvalidos). Pues bien, en estos tiempos que corren ir de llanero solitario no tiene sentido, y a las pruebas me remito: este proyecto no se convirtió en Proyecto hasta que fuimos un grupo, hasta que hubo más formas de ver las cosas y hasta que se confió en las personas; este proyecto no fue Proyecto hasta que hubo especialistas en distintas materias que aportaron sus conocimientos. ¿Que algunos de los que empezaron ya no están? ¡Claro! ¿Qué todavía se quedarán algunos por el camino? ¡También! Pero también entrarán otros nuevos, eso forma parte del juego, de la vida misma diría. Es evidente que no todos los que empiezan juntos un camino lo acaban, pero posiblemente eso refuerza aún más a los que llegan al final.

Y sigo dando más pruebas: estos últimos días he tenido la oportunidad de llegar a acuerdos con distintas personas y grupos, que van a colaborar y poner su granito de arena en este Proyecto. ¿A cambio de qué? Pues a cambio de ver cómo crece y se hace realidad, a cambio de sentirse parte de algo, sólo por las ganas y la ilusión de colaborar en algo que les gusta.

Bien, pues como dice el protagonista de una serie de televisión, “todo está conectado”, y todas estas colaboraciones hacen posible que estemos en contacto con inversores a los que les atrae nuestro concepto de empresa y nuestra forma de ver los negocios bajo el prisma de la colaboración. Al final va a ser verdad, “todo está conectado”. Quién sabe si no acabaremos enseñando algo a algunos empresarios de la provincia.

Buen fin de semana, nos vemos. Salud y Bayyana!!!

12 de enero de 2011

Emprendo, luego existo

Esta tarde, mientras ultimaba una presentación en power point, me he parado a pensar (de vez en cuando lo hago) en lo bien que me siento cuando estoy trabajando en mi Proyecto, se me olvidan los problemas y sinsabores, y me siento realmente bien, fuerte; pero sobre todo me siento vivo, percibo que tiene sentido lo que estoy haciendo, que de verdad puedo hacer algo interesante.

Y ya puestos (ese es el peligro de pensar) he recordado cómo empezó de verdad todo esto, cuál fue su origen y qué lo desbocó. Sí, creo que desbocó es la palabra adecuada.

Diciembre de 2008, llevo casi dos años trabajando en una empresa, mi trabajo me gusta aunque no puedo desarrollarlo como yo creo que debe hacerse, la empresa es demasiado "clásica" y el jefe manda y lo controla todo, te dice que decidas tú pero siempre decide él. Pero aún así, en términos generales, estoy a gusto y además cobro un buen sueldo; vengo de pasar unos años turbulentos y ese trabajo me da una estabilidad que me cautiva: vuelvo a tener una cuenta corriente con dinero, tarjeta bancaria, me compro el coche que me gusta y no el que menos me disgusta, puedo salir a cenar fuera con Mercedes y Joel, nos vamos de viaje los fines de semana, contrato Digital Plus...

De repente, una mañana me llaman y me dicen que estoy despedido, me dicen que la crisis, que los proyectos se aplazan indefinidamente, y me presentan el finiquito. No me salen las palabras, ¿para qué?, a tomar viento la estabilidad (confieso que en algún momento me vi jubilándome en esa empresa). Paso unos días raros, no me hago a la idea de que no tengo trabajo. Lo que viene después sobre la búsqueda de trabajo, no encontrarlo, vender como autónomo productos en los que no creía con un jefe de ventas que era un sinvergüenza, ver cómo no me pagaban las comisiones, volver a intentarlo como autónomo, etc., ahora no viene a cuento.  
  
El caso es que un día me planto y recapacito, ¿qué coño estoy haciendo?, y lo que es peor aún, ¿qué coño he estado haciendo? Lo peligroso de recapacitar, de pensar, es que te puede llevar a conclusiones que no te gustan; y yo llegué a una que no me gustó nada: había estado idiotizándome al cobijo de un buen sueldo, había estado a punto de desperdiciar mi capacidad de iniciativa y de creación al regazo de una seguridad inventada. 

Lo de cómo surgió la idea de la fábrica de cerveza ya casi es lo de menos, lo importante es que pude darme cuenta de que estuve a punto de permitir que mataran mis sueños, mis ganas y mis ideas. ¡Qué curioso!, resulta que tuve suerte. Ahora no tengo estabilidad: mi cuenta corriente está en negativo, mi tarjeta bancaria no vale para nada, el coche lo voy a tener que entregar a la financiera, no salgo de cena ni de fin de semana con Mercedes y Joel, y no tengo Digital Plus. Pero ¡joder, qué bien me siento!

Conclusión: estoy agradecido a quien me despidió, gracias a él he creado este Proyecto y voy a trabajar en lo que me gusta. Sé que Cerveza Bayyana se convertirá en realidad, es irremediable. Como decían en La Guerra de los Mundos: “y lenta, pero inexorablemente…”

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!

¿Y por qué no?

Es la primera respuesta que se me ocurre, y que doy, cuando me preguntan ¿y por qué una fábrica de cerveza? Estoy seguro de que se trata de una pregunta automática, y que me la harían igualmente si quisiera montar una tienda de zapatos, un taller mecánico o un bar. Parece que todo lo que sea apartarse del camino profesional que has llevado a lo largo de los años suena raro.

Y aquí aparece un tema recurrente en el mundo del emprendimiento, tanto por parte de los gurús que tanto saben y aconsejan, y de los que la gran mayoría nunca han montado un negocio que no sea el de dar consejos y escribir libros, como de esos inversores que nunca tienes claro si de verdad lo son, porque lo único que quieren es “invertir” en algo que les “garantice” unos pingües beneficios de inmediato. Me gusta esta tierra, ¡pero qué falta nos hacen empresarios de verdad!

A lo que iba, el tema recurrente es que parece de obligado cumplimiento que cuando una persona decide montar su propia empresa, debe conocer su sector en profundidad; en mi caso yo debería llevar varios años trabajando como directivo en una cervecera. Es innegable que conocer el negocio ayuda a no cometer ciertos errores, pero también es innegable que conocer el negocio en profundidad no deja ver con claridad alternativas nuevas. Cuando conocemos algo demasiado bien hay muchas cosas que se convierten en automáticas, dando por hecho que son así porque sí, sin más motivo; ¿os habéis parado a pensar lo difícil que resulta explicar a alguien que lo desconoce, un trabajo que nosotros hacemos de manera automática? Haced la prueba, nos saltamos pasos, para nosotros es un clic y para quien no lo conoce son cinco.

En un mundo tan cambiante como el que vivimos aportar nuevas visiones a los negocios es algo que en la mayoría de las ocasiones acaba funcionando bien, precisamente una alternativa que se está utilizando para impulsar negocios que están estancados, es mirar cómo funcionan otros de distintos sectores, estudiar si es viable imitar sus procesos. Evidentemente esto lo hacen empresarios que deciden ir un poco más allá, que no tienen miedo a equivocarse porque consideran que es parte del “juego”, que saben que hay que observar todo en todas partes porque ya nadie inventa nada, todos mezclamos de todo.

Así que ¿por qué no? Estoy convencido de que nosotros podemos aportar una visión nueva a este negocio, más fresca. Hace unas semanas me preguntaron que por qué quería entrar en un mercado “maduro” como el de la cerveza, mi respuesta fue corta y clara: este mercado no está maduro, está cansado de que siempre se haga lo mismo. ¿Qué podemos esperar de un mercado que en nuestro país está dominado por tres grupos?

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!

10 de enero de 2011

¡Hala, ya está hecho!

¡Ya está! ¡Por fin! Después de mucho tiempo dándole vueltas, publico mi blog. No sé hasta qué punto puede resultar de interés, pero llevo tiempo sintiendo una necesidad imperiosa de contar todo lo que me está pasando en este camino que hace ya un año decidí tomar, y que tiene que llevarme, irremediablemente, a realizar mi sueño: sacar al mercado almeriense la Cerveza Bayyana.

Aquí iré contando mis aventuras y desventuras, que no son pocas, en esta tarea de emprender, tan bien vista por todos y apoyada por tan pocos. Contaré mis avances y mis retrocesos, mis subidones y mis bajones, mis impresiones sobre lo que me voy encontrando y voy viendo, y, porqué no, hablaré de las personas que me están ayudando en esto (al menos las que me dejen hablar de ellas).

No sé cuántos blogs puede haber dedicados a este tema, ni siquiera sé si hay alguno en nuestro país, pero para no caer en la tentación de convertirlo en uno de esos blogs que se dedican a dar consejos, este blog, por su propia definición de contenido, tiene fecha de caducidad: dejará de tener sentido cuando esté montada la empresa. Puede que entonces haya que publicar otro...

Nos vemos. Salud y Bayyana!!!